domingo, 18 de septiembre de 2011

La dureza exterior, definitivamente no es reflejo de la interior. 

por: Lhinirca Medina

Los seres humanos conciente o inconscientemente tendemos a utilizar ambas actitudes, la de atacar o resistirse, con respuestas que sólo justifican lo que sentimos como "arremetidas". Para enfrentar las circunstancias o situaciones, que por alguna razón percibimos que nos afectan. Más cuando es a nuestra endereza como persona, a la autoestima. En nuestro interior se producen sensaciones que nos llevan a contactarnos con esa parte bien sensible y delicada en la cual sentimos que nos "atacan", sin piedad, sin tregua.

En nuestro interior esa dureza se desvanece cuando nuestros sentimientos son rozados por esas palabras o gestos, que son ajenos a nuestras intenciones e incluso y más doloroso aun cuando nuestro accionar fue de lo mas noble posible a no ser ayudar (torpemente) en algunos casos a la persona que inyecta sus duras acusaciones a nuestra sensible humanidad.

Hoy en día mi capacidad de dureza exterior, es altamente motivada por la violencia psicológica, producida por una sociedad que anima al individualismo, que sólo pide a gritos amor, compasión, empatía, pero, que en la incapacidad de comunicarse decide incomunicarse aislándose de todo y todos, con respuestas belicosas, con las garras siempre abanicando las buenas acciones de nuestros iguales. No podemos asumir que pertenezco al grupo que solo recibe, que nunca da, ¡mentira¡ todos intercambiamos el rol de agresor y agredido, en nuestra idiosincrasia ese intercambio lo aprendimos con facilidad, por supuesto, creyéndonos que jamás somos los atacantes, siempre los vejados.

¿a dónde nos llevara tanta soledad en nuestras almas? ¿dónde encontraremos el sosiego, la quietud que da la confianza? Sí, esa confianza cuyo piso es la tranquilidad de no sentirse solo. Entendiendo que la soledad es el sentimiento de paz consigo mismo, bien dicen que no hay peor soledad que la de sentirse solo, la de mirar a tu interior y encontrar que no tienes asidero en tu ser.

Me silencio el alma, se me atragante la vida, me cerceno el amor que se imbuye en mi savia, silencio todo sentir para no sufrir públicamente el escarnio de tu gran cariño, el desazón de tu desamor...

 Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las cuales posees muchas; no sobre tus penas pasadas de las cuales, todos tienen algunas. - Charles Dickens